El verano suele considerarse una época desfavorable para la compra de inmuebles: las ciudades se vacían, mucha gente está de vacaciones y el mercado parece ralentizarse. Sin embargo, para quienes buscan un nuevo hogar, esta estación puede ofrecer ventajas inesperadas.
Menos competencia, más tiempo, más atención
Durante los meses de verano, la demanda desciende: muchas familias prefieren posponer la compra hasta el otoño. Esto reduce la presión sobre los compradores y amplía los márgenes de negociación. Los vendedores, por su parte, suelen estar más dispuestos a considerar ofertas serias, sobre todo si desean concluir antes de la vuelta de septiembre.
Las propiedades se muestran en su mejor luz
La luz natural, la ventilación y los espacios al aire libre, como balcones, terrazas o jardines, se valoran más en los meses de verano. También es más fácil imaginarse a uno mismo en el día a día: un desayuno al aire libre, una tarde de relax, una velada bajo las estrellas.
Preparar el otoño con antelación
Comprar una casa a finales de verano permite organizar la mudanza con calma y empezar el otoño en un nuevo entorno, evitando el ajetreo de los meses de invierno. También es el momento ideal para hacer reformas ligeras, gracias a las temperaturas más suaves.
¿Qué hay que tener en cuenta?
Sin embargo, hay aspectos que, aunque menos visibles en verano, no deben pasarse por alto:
¿Cómo es el aislamiento térmico durante los meses más fríos?
¿Cuál es la exposición del inmueble durante las horas de más calor?
¿Existen datos sobre el consumo de energía o documentación técnica?
Un técnico experimentado puede ayudar a aclarar estas dudas y ofrecer una visión más completa del inmueble.
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